sábado, 16 de julio de 2011

Un par de diatribas o Fábula del nacimiento de Super Procastination





Nueva entrada para mis lectores que disculparán tan dilatada ausencia.

Estoy en mi cuarto sentada frente a una enorme ventana que da a la ciudad. La visión es apacible: desde acá puedo apreciar las montañas y una imponente meseta sobre la que descansan plácidas las nubes de la tarde. Un perro ladra y se escucha el rumor de la calle con su ajetreo y su estrés respectivos. También se escuchan griticos esporádicos de un niño pequeño y las campanas que llaman a los creyentes. Un pito suena. Las copas de los árboles cercanos a mi ventana se mecen de forma desordenada y continua. El sol me da en la cara (tuve que cerrar la cortina para que no me cegara). Continúo, respiro, trato de relajar mi mandíbula y de hacer que mis células me recuerden que, a pesar de todo, soy feliz… que es precioso este paisaje, que no puedo ignorar el canto del pájaro de la tarde. ¿A qué se parece? ¿Podría compararlo con algo? Es agudo y fino, como un cuchillo…

Voy a tratar de quitarme las máscaras (aunque las palabras lo sean), de dejar de tener la pretensión de escribir cosas bellas. La verdad es que me siento tranquila, perdida; he venido patinando en la vida como mejor he podido (o creyendo que he dado lo mejor que he podido, que al final, es lo mismo): saltos de patinador sobre la fina película de hielo y una que otra figura elocuente, además de algún hundimiento en las heladas aguas. Parece alegre, contento este tono, porque detesto la derrota. Detesto pensar que lo que voy a escribir a continuación será una diatriba contra mí misma.

Diatriba contra mí misma número I

El eje se desgasta

Me levanté esta mañana sin muchas ganas de despertar. Retardé el momento de la sacudida, el momento de salir de mis cobijas. Hace no mucho tiempo estaba llena de entusiasmo: me entusiasman los entusiasmos, los desafíos iniciales, sentirme al borde, cuando creo que todo puede dar giros inesperados, que cualquier cosa es posible. Pero eso se apaga en una tarde como esta y llega el tedio, el miedo y la locura (por ponerles nombres de gran calibre, de esos que podrían adornar una llanura entera a modo de falos rituales)

(Últimamente hay nubes gordas frente a mi ventana. Se organizan en fila y parecen seguirse las unas a las otras. Pero ya no están: ahora hay unas que se organizan en forma de un enorme zigzag, en un juego geométrico. Puedo hacerle un seguimiento al cielo…)

El cielo me devuelve la alegría natural, así como los sueños inútiles me entregan cada mañana un poco del absurdo de mí misma. A ver. Veamos esto con más detenimiento: sueño que soy March Simpson y que me persigue en la oscuridad un dildo rosado; sueño que tengo una paranoia terrible y que en medio de este divertido asunto me arrebatan mi pasaporte. Cuando lo recupero está destrozado: le han arrancado todas las páginas. Último sueño: debo atravesar una ola dura y transparente llena de peces gordos. Uno de ellos, muerto, me mira con su ojo muerto. Puedo imaginar que el primer sueño hace parte de un delirio de ama de casa que mi mente recrea, por alguna razón de tintes imperialistas, en un mundo de muñequitos animados de extracción norteamericana (lo del dildo rosado lo dejo a la imaginación de mis lectores que, a mi modo de ver, no deberían desechar una lectura, igualmente, imperialista. Todo se trata de industria, al fin de cuentas ¿No?) El segundo sueño lo puedo interpretar como lo que me sacude en el día: la idea soterrada de que existe un inmenso complot a mi alrededor para que no pueda partir, para que no logre “conquistar el mundo y sus papeles” (¡vaya frase!). Al tercer sueño prefiero dejarlo en el silencio.

Para cerrar esta diatriba debo decir que las interpretaciones anteriores no tienen ningún sentido y que en realidad la que sabotea soy yo misma, en el sueño, en la vigilia, porque tengo un animalito adentro desde hace tiempo que se llama…. PROCASTINATION. Saboteadora de momentos en los que es posible olisquear los grandes imperios (hay que dilatar el tiempo para devorar, de a poquitos, lo indestructible)

Diatriba contra mí misma número II

Pedazos de mundo y lo que nunca vuelve a suceder

Si me miro como un cúmulo de eventos, talvez como un cuenco en el que el tiempo vierte cada suceso (a lo Virginia Woolf), puedo ver, dejando de lado cualquier tipo de mistificación, una gran cantidad de hilos inconexos, una ráfaga de instantes en los que me he sentido verdaderamente inútil. Sí. Momentos gloriosos, de proyectos y sueños que no tuvieron continuidad, que dejé desvanecer en el tiempo. He sido la hacedora de cosas que mueren antes de nacer. Esa ha sido una de mis grandes, enormísimas virtudes. Amiga del tiempo que se deshace como polvo de gelatina Gelada (“como Gelada nada”) en un vaso de agua. Me lo tomo, me lo trago y después suelo ponerme triste. Triste por lo irreparable. No puedo abarcar cada suceso en palabras y cuando intento recordar alguno en especial viene otro para tomar su lugar, significativo, pasajero, da igual: todo, en un torbellino, va desapareciendo. Entonces tengo que recordar cómo es que es el mundo: a ver, un pedacito de mundo por radio: la historia del Bosa Nova ¡genial! Vinicius de Moraes tenía la facultad de creer firmemente que la gente del común era capaz de apreciar las cosas bellas, las melodías armoniosas, la buena música. Vinicius era un gran músico. Me asomo a la ventana y pienso: ¡tanta basura mental! ¡Si allí está! La gente del común, la gente como yo, tiene derecho a “grandes cosas”, a que se le permita estremecerse con lo llamado “bueno” o a que se le deje de hacer creer que su estremecimiento no vale…porque sí, no vale un centavo, pero Vale-Vale, como esas extensiones de luz que se pierden a lo lejos cuando las miras o lo que se mece a su tiempo y va creciendo. Esto habla bien del mundo…

Ahora, otro pedacito de la boca de una persona a la que aprecio y respeto: Cuando subió al poder después de la muerte de Tito enloqueció: se dedicó a declararle la guerra a los musulmanes. Europa creía que nunca más podría llegar a ocurrir un genocidio. Pero ocurrió. Serbia asesinó a miles de hombres musulmanes y a miles de mujeres las encerró en un campo de concentración. Las violaron, una a una, a todas. Querían acabar con el núcleo familiar musulmán…

(En este instante el cielo se ha vuelto inexplicable. Va cayendo la tarde)

¿Qué puedo hacer yo? Me llegan noticias del desastre. He intentado hacerme amiga del hombre que vive en mi calle pero me he convertido más en una especie de banco portátil que en una interlocutora continua (tendré que seguir intentando).

Soy pequeña e insignificante y me repito, porque existo. Eso es todo…

Respiro

Una película de Stanly Kubrick, otro pedazo de mundo digerido, remoto pero divertido: General Pomposito desde su base de ataque Eructazo ha anunciado que bombardearán las bases de Rusia en cualquier momento. La máquina del fin del mundo se activará, según lo anuncia el ilustre embajador de la Unión Soviética en Estados Unidos. Sr Strangelove, sin poder controlar el movimiento maniaco de su brazo izquierdo, anuncia con alegría, con amor por la bomba, que una nueva humanidad está por venir.

(Titila el mundo minúsculo desde acá. Es de noche y han empezado a aparecer lucecitas amarillas, blancas, azules, rojas. Ya no se ven los árboles, la noche se traga las cosas, sin remedio. Pero los grandes rascacielos siguen erguidos: llevan dinero y gente aburrida dentro)


Me da una gana diaria, una gana literaria y absurda de romper el vidrio del aire que me separa de los días para convertirme en una super heroína que ayuda a los demás (empezando por sí misma). ¡Super Procastination al rescate, con el mundo a pedazos en la cabeza, intentando unir, relacionar cada pieza! Mi tarea tiene su mérito: he decidido que los grandes gurús me importan un bledo y que mi iglesia católica interna puede ser destruida por una bomba de nitrógeno letal. Quedarán dispersas las ruinas y allí todo volverá a comenzar. Creo que puedo prescindir del traje ridículo de maya fluorescente o el sexy corsé. Será tan simple como salir a las calles y emprender la tarea de relentizar el tiempo, de posponer las grandes metas o las sublimes misiones, hasta que cada día se alargue como un pedazo de queso mozarella derretido, y luego una línea de acero que atraviesa el cielo y se convierte al final en un camino de miel que llega a un pozo de leche fresca. La humanidad entera bañándose en leche, la humanidad entera, sumergida, sin propósito. Bello…

Diatriba contra mí misma número III

(O diatriba contra alguien que no soy yo)

Definitivamente nos importa mucho “ser alguien”. Yo misma he estado todo este tiempo (a lo
largo de este texto) intentado reafirmar que aquí estoy, que “algo” me está sucediendo (talvez el nacimiento de un nuevo cuerpo: Super Procastination, en fin…). Me repito “soy una persona”, aunque alguien o algo me esté inventando en estas palabras, “existo”. Me repito: “fui pequeñita”. Entonces pienso en todas esas cosillas tenues que “tenemos”, que nos dan la ilusión de que efectivamente estamos aquí, aquí mismo, en el “mundo”. Empieza, entonces, el papeleo, la burocracia existencial: considerando sus documentos generales/ y mirando con lentes aquel certificado que prueba que nació muy pequeñito….ya lo dijo Vallejo; acta de nacimiento, tarjeta de identidad, cédula de ciudadanía, diploma de grado del colegio, diploma de universidad, diploma de posgrado, de doctorado, un correo electrónico, una cuenta en alguna red social virtual, número de cuenta bancaria, un blog, una hoja de vida, una que otra fotografía… pero sobre todo, sobre todas las cosas, un nombre.

(El cielo ya no se deja llamar “cielo”. Empieza a ser otra cosa. Llama oscura. Rotura por donde se cuela el día. Extensión para perderse. Nada)

Decidí dejar de ser la que no soy, la que nunca he sido.

A medida que escribo voy existiendo menos porque ya dejé de ser en la última tecla que presioné. Así es el juego: entre tantos pedazos dispersos (números, recuerdos, apreciaciones, comentarios de los otros, expectativas, imaginarios) la naciente voz se hace su camino sola y arrastra con ella al que la lea. Y así somos, tú y yo, como un puntito blanco en el espacio, como un sonido continuo en un único tono que es el sonido del silencio. Es reconfortante no ser “alguien”, no ser ese o eso que no soy, que no es más el ruido del mundo que responde a mi presencia en él. Supe de un hombre que se mató porque la gente con la que trabajaba no hacía más que hablar mal de él (o eso suponía). Eso que no somos odia no ser lo que el mundo espera de él. Y en este caso ¿qué sería el mundo?

(El mundo muerde.
detrás de tus ojos, ni siquiera lo alcanzas.
El cielo se apaga
Se fue
se está yendo…
despídete
llévate un pedazo
¡Sayonara mundo!
Eres una pelota que arde en un tonto partido de fútbol)

Habiendo llegado a la conclusión de que me es imposible escribir una diatriba contra mí misma siendo que no existo, o que solo existo a medida que escribo, demos un brinco desde esta ventana, arrojémonos a ese mundo que hemos estado buscando; demos un salto sin precedentes hacia esa nube que parece un barco o hacia esa otra que parece la silueta de alguien esperando; hablemos de maquilas. Sí. Miles de personas encerradas en un barco en zonas del océano donde no se cobran impuestos, zonas muertas donde la gente respira al ritmo de las máquinas y los acompaña el vaivén del trabajo y de las aguas.

Diatriba contra las maquilas

….enormes, sumergidas…

Entro lentamente al cuerpo de un chino. Chino de la mera China, lugar de origen de todas las cosas. MADE IN CHINA me habla de algo que desconozco: un respiro entrecortado, alguien que está, que ES. Yo Soy, yo es el que está a punto de arrojarse, el que permanece suspendido en las aguas para comer. Me como mis ojos, mis manos, mis piernas, porque de algo tengo que vivir. Pero en realidad soy más que un cuerpo: soy múltiples cuerpos despidiéndose, entrando al abismo, siendo (in)felices, a su manera. “Si no quieres morir LA COMPAÑÍA pondrá rejas en tus ventanas para que no te arrojes: tennis, chips, reproductores, camisas, computadores, juegos de video, cada objeto agradecerá tu sacrificio con un alza en la bolsa y una sonrisa boba a la salida de la compra”. Eso dicen los que “saben”, los serios, los admirables, esos que tienen siempre un pedacito de comida en la comisura de los labios ¿los han visto?

Mientras tanto, la maquila sigue y canta, nos traga, nos traga.

(El cielo redondo se ha llenado de nubes inesperadas. Corto aquí, pego allá, pongo una etiqueta, vuelvo a comenzar. Corto aquí, pego allá, pongo una etiqueta y…es el mar. No se detiene. Le arranca las plumas a los pájaros, ahoga a los gusanos, lleva cuerpos muertos y peces iridiscentes dentro. Mi casa no existe, lo sé, pero me llama, me repite. Está debajo, sumergida, en el hueso del mar…)

Maquilas sumergidas en cada acto que se prende y se apaga como un faro en la cabeza de quienes decidieron olvidar: los que consumen (consumimos), los que viven (vivimos) de cuerpos consumidos. Allí nos ahogamos, nos despedimos del cielo. Y alzamos pañuelos MADE IN CHINA para hacernos, definitivamente, (in)olvidables.

¿Qué sentirán?

Contra diatriba o retorno a “mí misma”

Vuelvo a mi cuerpo de palabras y los miro a ustedes, a la cara. Soy casi transparente. Me invento un rostro. Una maquila se hundió en este preciso instante al borde de mis ojos. No bromeo (¿o talvez sí?) La noche llegó hace tiempo y ya anticipa al nuevo día que empieza a mecerse en el aire, en las nubes, en ese espacio amplio donde cada día el mundo repite su fábula, su historia entrecortada; allí cada cosa se va trazando rápidamente para luego desvanecerse: las guerras, los episodios de amor, los orgasmos perdidos, los ausentes, el dolor, los dinosaurios, las manifestaciones, la primera y última piedra, el bicho, la bicha, la semilla. Me parece que cada cosa vuelve a repetirse con lentitud sobre mi cabeza y en la superficie blanca. A veces el cielo calla y me recuerda la perplejidad. Otras veces vuelve a revelar todos los secretos y misterios con una sonrisa sarcástica de luz y nube, de niebla y viento. Porque contemplo pero no entendiendo. Y está bien así porque talvez enloquecería al ver – descubrir mi rostro, mi cuerpo atravesado por algún imperio o dando la orden para la caída de la bomba sobre miles de hombres que aún antes de morir ya estaban muertos.

Ya no me alzo contra mí misma porque me estoy buscando.

Soy un cuenco, soy Superprocastination, patino, salto, giro y caigo; el mundo me cabe en una mano: lo estrujo, lo aprieto y vuelvo a mí misma para verme desaparecer.

(La línea de nubes lejos de la casa deja adivinar la silueta de una super heroína sumergida en un pozo de leche junto a Sr Strangelove que ahora mueve frenéticamente la mandíbula. Al lado un letrerito blanco: Las cosas duermen y nunca vuelven…)

Nota: La imagen de la inolvidable Wonder woman la saqué de internet